No solo un espectador causó un gran daño al FSV Zwickau con su lanzamiento de cerveza, ahora busca culpables ajenos con comentarios grotescos. Comentario.
El lanzador de cerveza de Zwickau, al parecer patrocinador y antiguo miembro del comité ejecutivo del club, presumiblemente sólo quiere lo mejor para su club. Se podría pensar.
Pero ahora ha causado mucho daño al arrojar cerveza al árbitro del partido contra el Rot-Weiss Essen durante el descanso. Como resultado, el árbitro abandonó el partido, lo que presumiblemente se valorará en contra del Zwickau en la tabla verde.
Para el FSV, esto significa un descenso casi seguro, pero el mayor daño es para el espectador, que no mostró ningún remordimiento ante la nueva prensa.
¡Qué vergüenza! Ahí va un hombre adulto con una cerveza hasta el punto de poder pegarle de verdad al árbitro. Y en lugar de una jugosa disculpa, hay acusaciones infundadas.
Fue una reacción instintiva, la culpa fue del propio árbitro con su catastrófica actuación. Acusaciones disparatadas, que también van al club, que no había garantizado la seguridad y por tanto tenía parte de culpa.
Qué pensamiento tan grotesco el del lanzador de cerveza. Denuncia a una asociación por no haberle impedido causar una interrupción con su lanzamiento de cerveza. Hay que imaginárselo.
Por decirlo sin rodeos, un atracador de bancos también puede ir y culpar al concepto de seguridad del banco de un atraco porque no le habría impedido atracar el banco.
Primero se le tiene que ocurrir una afirmación tan infundada, e incluso el árbitro vuelve a la carga, porque no tiene por qué parar un partido por unas salpicaduras de cerveza.
Sólo por razones tácticas, estas declaraciones, que se dice que hizo a la «Freie Presse», hacen que uno se rasque la cabeza. El FSV Zwickau ya ha anunciado que recurrirá contra el infractor si es multado.
Y el lanzador de cerveza sigue echando gasolina al fuego. Se le amenaza con una prohibición de acceso al estadio, se le investiga por lesiones corporales y el club también quiere repartir una posible multa. Y el autor no tiene otra cosa que hacer que culpar a los demás.
Cualquiera que se enfrente a una infracción de este tipo de forma tan irreflexiva no debe sorprenderse si acaba con todo el peso de la ley.